La causa exacta de la artritis reumatoide sigue siendo un misterio, aunque se sabe que en ella influyen factores genéticos, ambientales y hormonales. De momento, el mejor conocimiento de sus mecanismos ha permitido investigar tratamientos dirigidos a cortar su progresión y no sólo a controlar sus síntomas, lo que puede resultar decisivo para los 4,5 millones de afectados que hay en Europa.
La artritis reumatoide es una enfermedad autoinmune -el sistema inmunológico ataca a los tejidos sanos en vez de proteger al organismo- que inflama las articulaciones, causando un gran dolor, deformaciones e incapacidad. Suele aparecer entre los 35 y 55 años, lo que se traduce en incapacidad laboral (20%-30% en tres años, 50% a los diez), que supone el 5% de las bajas de tipo permanente.
El papel de los linfocitos T
En el desarrollo de los últimos tratamientos contra la artritis reumatoide ha sido clave descubrir el papel de los glóbulos blancos conocidos como linfocitos T, que, cuando se enfrentan a una sustancia extraña o antígeno, no atacan a este intruso, pero se activan y provocan la inflamación y dañan las articulaciones. Como son necesarias dos señales -una principal y otra llamada de "coestimulación"- para que tal activación se produzca, se trata de impedir al menos una para que la inflamación de las articulaciones no arranque y para evitar la liberación de las proteínas que destruyen el hueso y los cartílagos.
El tabaco cuadruplica el riesgo de sufrir artritis reumatoide
El consumo habitual de tabaco favorece que se multiplique por cuatro el riesgo de sufrir artritis reumatoide, según los resultados de un estudio realizado en varios centros españoles que añade que "un hijo de un paciente con artritis reumatoide que fume tiene un riesgo casi diez veces mayor que la población general de padecer una artritis reumatoide". El estudio se ha llevado a cabo bajo la coordinación del jefe de Sección de Reumatología del Hospital La Paz (Madrid), Alejandro Balsa, cuyos datos se presentaron en el último congreso de la Liga Europea contra las enfermedades Reumáticas (EULAR, según sus siglas en inglés) celebrado en Copenhague (Dinamarca).
En dicho estudio participaron junto a Balsa miembros de la Unidad de Inmunología del Instituto de Parasitología y Biomedicina López Neyra de Granada y de la Unidad de Inmunología del Hospital Virgen de las Nieves, que consiguieron reclutar a un total de 566 pacientes de 50 años de media de los que la mitad no padecían la enfermedad en el momento del estudio.
Según explicó el coordinador del estudio, el tabaco es un factor de riesgo para padecer artritis reumatoide, "sobre todo el subtipo más frecuente y, además, la más grave, aquélla con anticuerpos anticitrulinados positivos".
Esto se debe al componente genético y ambiental que tiene esta enfermedad, señaló el doctor Balsa, quien aseguró que el tabaco es "el principal factor de riesgo exógeno que predispone a la enfermedad".
Por ello, "un hijo de un paciente con artritis reumatoide que fume tiene un riesgo casi diez veces mayor que la población general de padecer una artritis reumatoide, mientras que si no tiene antecedentes en la familia, esta cifra será de 4 veces más".
Se trata de una enfermedad crónica que causa la inflamación de las articulaciones y tejidos circundantes y a la que sigue, en ocasiones, un comportamiento extraarticular que daña órganos y sistemas como el pulmón, el corazón y el riñón. Además, la inflamación mantenida y no controlada puede acabar dañando los huesos, ligamentos y tendones que hay alrededor de la articulación, lo cual conduce a una deformidad progresiva de las articulaciones.